15 abril 2007

canción animal


Queridos amigos del ciberespacio, estoy “afuera”, ya lo han visto: dejé mis impuestos pagos, una amiga en la casa para cuidar de mis gatos, hice una valija con dos o tres pilchas y me fui. Cada vez más siento menos culpa por vivir mi vida, por hacer una historia que no tiene nada que ver con lo conocido, es decir, con la vida de mi madre, de mis amigas, de alguien así, conocido y envidiado o no. Más y más diferente de la que pensé que era. ¿Cuándo, en qué momento, bajo qué circunstancias hice este “insight”? ¿Estuve drogada? ¿Estuve muerta y volví, como Sueiro? ¿Tuve una revelación? ¿Fui abducida y me cambiaron el chip cerebral antes de devolverme a mi cama? No lo sé. No sé cuándo me desvestí y me puse esta nueva piel, me rehice a la manera de dios: ¿seré de barro? ¿seré el monolito de oro y pies de barro? ¿debería hacerme una máscara de barro? El barro ahuyenta los mosquitos, y cuándo mejor que ahora para revestirse con una capa de barro para salir a la calle. Esta mañana, no sé si es porque estamos en el campo o si en la gran Ciudad también lo implementan, pero esta mañana pasó un camión fumigando con una manguera. Me despeinó todo el palo borracho de la puerta. El hombre, vieron que los hombres de campo son como más “hombres”, más macho, más voz gruesa y sin modales para tratar a una señora, el hombre que iba parado a lo agente de la escuadra Azul de la policía montada en el camión, se desgañitó gritándome “¡Corrasé, doña!, corrasé que esto no es espray pa’l pelo, eh? Esto la deja pelada nomá”. ¿Será tóxico en serio, o lo hacen de desarrapados estos tipos de la municipalidad? ¿Será que inhalé del fumigante, y por eso me siento cada vez más extraña?
No. Tuve, realmente, una revelación. Desde que estoy acá, en estas vacaciones casi obligadas porque mi jefe se fue a un congreso en Suiza y no vuelve hasta mayo, desde que me hice chinita del barrio de provincia, comprobé que cuando cierro los ojos sueño. Quiero decir, claro, esperen que acomodo esta idea que parece sacada de Polstergeist, en realidad no es extraño que una persona sueñe de noche. Lo sé, en la teoría todos soñamos, incluso los que dicen que no sueñan. Porque signo de que uno está sano es soñar. Pero yo no recuerdo, o mejor dicho, no recordaba lo que soñaba. Causa del estrés, causa de que dormía mal, causa de la falta de fósforo que le llaman, no sé, la cosa es que yo no me acordaba. Pero ahora sí, y lo atribuyo al cambio de aire. A que hace unos días que no respiro tanto dióxido y monóxido de carbono. Tanto smog. Aquí en el campo hay menor concentración de contaminación ambiental. El cerebro se oxigena mejor, entonces uno está mejor, se siente más puro por dentro. Pareciera como que el aire es más húmedo, más cargado, te llega al hueso, te desborda los pulmones. Igual que el agua, pareciera más blanda, más compactamente pesada, no sé cómo explicarlo. No tiene ese gusto a lavandina y cloro, porque es agua de pozo, hay un bombeador que cada tanto se prende solo y carga un tanque en la punta del techo de la casona. Y el agua es más rica, tiene gusto a infancia, no sé si me explico. Cuando me baño, tengo otro perfume en el cuerpo. Antes parecía una enfermera, olor a desinfectante. Ahora, olor a campo. Paseo por la cuadra, algún que otro vecino tomando mate en la veredita me saluda. Pasa el afilador, se escucha su cornetita, parece que hay algún asesino suelto por acá, sino no se entiende, ¿tanto cuchillo desafilado habrá en el barrio que pasa todos los días? Será la costumbre. Porque otra cosa que descubrí acá en el campo es que la gente se acostumbra a algo y no hay con qué darle. Viene el sodero, ya le dije el primer día que llegué: no tomo soda, señor, no hace falta que pase. Pero el tipo pasa igual, lunes y jueves, será la costumbre, golpea las manos: sooooderoooo. Qué rompe bolas, pienso lunes y jueves. Ojalá hubiera un perro en la casa, y se lo largo, así lo entiende de una vez. “Al talón, Ulises, al talón”, y chau. No sé, pero si algún día tengo un perro le voy a poner Ulises. Es una tontera mía, pero creo que tendría un perro batata o algo así, bajito, similar a un escobillón, petiso, cara de triste. Algo que no trepe, porque estoy cansada de los gatos trepadores. Eso es respetable en un perro, que si uno no quiere que el tipo se suba al sillón, el perro obedece y se queda mansito acostado en la alfombra. Pero eso, con un gato es imposible.
¡Estoy cansada de mi vida como la conozco hasta ahora! Extraño un poco salir a la calle y ver luces anaranjadas, avenidas, autos avanzando al ritmo de un semáforo. Extraño los semáforos. Si hay algo que distingue un pueblo de una ciudad es un semáforo. Acá hay, creo, un solo semáforo en todo el pueblo. Y se respeta a rajatabla, aunque vayas en bicicleta. Porque si van a gastar un dineral en poner un único semáforo en la única calle principal para que nadie lo respete, ahhh, noooo… sería lo que se dice una huevada. Tenés que ver a los peatones parados bajo el sol del mediodía, como unos hongos, solitos, esperando que se ponga en verde el tipito para poder cruzar. Ni una mosca. Ni un aire fuerte corre, y ellos ahí, esperando el medio minuto completo. Lo que es vivir en un pueblo, digo yo. Se tiene tiempo para cualquier cosa. Se duerme la siesta, se lee un libro, se toma mate, se lava el auto en la vereda el domingo, se pintan las uñas, se usa rulero y chancleta. Pero bueno, no iba a todo esto mi posteo de hoy, sino al tema de un sueño revelador que tuve, que me abrió el espíritu, una suerte de iluminación, y es que existe lo que estoy buscando. Existe el camino de baldosas hacia tu casa en el mar, como la canción tan linda de Vicentico. Él dice que no encontró más el camino, yo digo que recién lo veo. O mejor dicho, yo recién ahora reconozco que hay baldosas ahí, donde antes creí ver sólo una huella para perderse en el bosque, o en el desierto, o donde sea que el camino iba. No, che, hay un caminito, algunas baldosas están medio flojas, le creció bastante pasto a las juntas, alguna que otra falta, pero se deja caminar, con ojo de buen augurio se puede llegar. No es ir de paseo, ya lo sé: es ir de caza. Yo adivino, detrás de todo ese matorral, detrás del espinillo y la ortiga, adivino a un tigre agazapado. Es mi George Baines de la selva. Así habrá intuido Borges (sí, leí a Borges alguna vez). Como buen felino, será desconfiado, irascible, confundido ante lo desconocido. Lo sé, bah, lo intuyo. Es una corazonada. Es una metáfora animal para mi corazón animal. Tengo esa imagen de “El último samurai”, del tigre acorralado (no la de Tom Cruise, claro), defendiendo su honor.
Yo voy a esperar. Esperar a que todo se calme. Que la vida calme a ese tigre enfurecido, confundido, inquieto, esperar para el encuentro. De todas formas, es sabido que un tigre siempre aguarda también, prepara su vida para el día en que por el camino aparezca lo que espera: la muerte, el triunfo, o por qué no ambos. Ese día, ese buen día, el tigre y yo estaremos frente a frente.
¿Qué será de mí de ahora en adelante, ahora que comprendo mi sueño? ¿Seré la que aguarda, la que confía, la que resiste? ¿Daré lucha, le cortaré la garganta, u ofreceré mi corazón, como una gacela? No lo sé. No sé por qué este sueño revelador está tan ligado a la simbología, alguna simbología indescifrable para mí, por lo menos ahora, mientras lo vuelco palabra. Una simbología animal para mi corazón animal. Porque en el sueño, el sueño en sí era tranquilizador, entendible, casi obvio. Digamos obvio, porque era lógica, lógica pura.
Es todo una gran metáfora, como habrán visto, pero también es como la vida: la vida es una gran metáfora, y de esto hablaré en otra oportunidad porque da para largo. En resumidas cuentas, uno se prepara a lo largo de su vida para la llegada del otro. No es en vano que uno viva de distintas maneras, sino para lograr una madurez correspondiente a lo que vendrá. Si el deseo y la realidad se unifican, ocurre lo que se dice “la vida”. Pero siempre es gracias a esa evolución, al crecimiento que implicó nacimiento, brote, descubrimiento y muerte de un “algo” anterior, distinto o similar, pero siempre en función de lo que vendrá.
¿Es demasiado positiva mi mirada? ¿Es naif? ¿Es cursi, rebuscada, tonta acaso? Que lo sea, no me importa, ya no me interesa eso de las filosofías, porque ahora tengo la primera baldosa, es amarilla como en el camino de Dorita hacia el Mago de Oz. Vivo esta baldosa con la alegría de saber que más adelante me espera algo rugiendo, gruñendo, tal vez de furia, tal vez de desconcierto, pero por qué no de amor.
Bueno, esto había empezado bien, y terminó como una sesión con el gordo irlandés de mi terapeuta. Lo extraño al gordo, pero igual me siento libre.
So be it (es decir: amén. Aplausos para sor Faustina).

1 comentario:

luks dijo...

Bases y condiciones:
- Cada jugador cuenta 8 cosas de sí mismo.
- Además de las 8 cosas tiene que escribir en su blog las reglas.
- Por último tiene que seleccionar a otras 8 personas y escribir sus nombres/blog
- Por supuesto, no hay que olvidar dejarles un comentario avisando que han sido seleccionadas para este juego.
- nadie esta obligado a hacerlo, por supuesto.

pep