11 mayo 2006
De Rusia con amor
Me fui la semana pasada a la Feria del Libro, y me compré ¿adivinen qué? ¿Libros...? ¡Noooo! ¿Para qué, si Buenos Aires está lleno de librerías...? ¡Me compré un mate ruso! El tema fue que, vaya uno a saber por qué, conversando con la atenta señora del stand, me enteré de que están pintados a mano, los hacen allá en Rusia, muertos de frío (¿quién se imagina a un ruso de mangas cortas y con short de baño?), y dije: ¡Y sí, yo me compro un mate! Lo más gracioso es que yo no tomo mate, porque es de las cosas más tristes que hay, digo, tomar mate solo. Tomar mate solo es más triste y aburrido que ir al cine solo, o que salir de shopping solo, o que ir a la peluquería. Pero aquí tengo mi matecito. Una divinura. Uno de mis gatos ya lo usó de sombrero y todo, le quedaba gracioso. Se me ocurre que los rusos podrían hacerles sombreros a los gatos, pintados a mano, y venderlos también aquí en Argentina, porque si algo hay en este país es generosidad! Compramos cualquier cosa, con tal de tener lo último, y si no es lo último, lo más estrambótico. Si no, los que vendían esas biromes de todos colores en una, grandota, que no entraba en la cartuchera, que a los dos días no andaba algún color, o se quedaba sin tinta apenas a los dos renglones, incómoda para escribir, que finalmente usábamos para rascarnos la oreja (aceptémoslo: todas tuvimos una), esos vendedores se hubieran muerto de hambre... ¡pero no! ¡Si habrán vendido biromes!
Llené el mate con yerba y hasta calenté agua, me hice la cebadora loca y tomé un mate recién hecho, pero ahí no más me largué a llorar como una condenada. ¡¡Socorro!! ¡¡La vida está empeñada en hacer de mi corazón una licuadora!!
Pensé en ir a la Feria del Libro a buscar a la viejita rusa, tirarle el mate por la cabeza, pero ¡la Feria terminó el lunes!
¡Estoy harta de caer como una perdiz en la trampa de la bobería! ¡Un cazabobos por aquí, por favor! ¡Bobita en la mira! "Qué inocente que sos, hija!", me dice siempre mi mamá, y parece que tiene razón. Alguna levadura de la maldad se olvidaron de ponerme cuando me hicieron...
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