08 febrero 2007

palabras post año nuevo-navidad



no. no, no y no. niego rotundamente que esa rubia descocada, obnubilada por el alcohol y la excitación del libertinaje sea yo, y que aquella morocha mosquita muerta entregada al descontrol sea la secretaria del director general... no, queridos cibernautas siglo XXI.
esas fotos están trucadas, señores, se nota a gran distancia. primero y principal porque yo no recuerdo haber estado ahí, y segundo porque esos muchachotes no son de industria nacional, se les sale por las sonrisas y por los cabellos tratados con productos importados que son modelos yanquis... acá no existen de ese tipo, carita de monigote engordado en base a macdonal y esas porquerías gomosas que pasan en las pelis hollywoodenses, albaricoques?, no, albornoques?, no, bueh, eso. ustedes entienden, y si no, averigüen.
acá, los varones promedio se criaron a base de choripán y soda (agua con gas, para el extranjero), mirando "la pantera rosa". mate y biscochito de grasa, a lo sumo facturas los domingos. fútbol, picada con amigos, cerveza, cuando se hicieron hombres. por eso, los de acá tienen otra expresión, no tanto de "cajita feliz", sino de potrero.
de todas formas, esto no pretende ser un estudio antropológico de las diferencias entre norte y sur, sino que debo confesar que finalmente fui a la fiesta en medio de la nada, en la quinta con spa y masajes y habitaciones para todos.
me emborraché, es verdad, y eso que no tomé mucho. y terminé acurrucada junto a un desconocido. tan desconocido que ni la gente del servicio lo conocía. por lo que pude enterarme al día siguiente, vive por la zona y vagabundea a la noche en busca de refugio y comida. se ve que con tanto bullicio en la quinta, tanta luz, tanta gente, tanto ruido a fuegos artificiales, se escabulló por una puerta de servicio y se escondió en un saloncito que había quedado vacío. el mismo saloncito que elegí yo, en medio de mi inconsciencia borracheril. ambos elegimos el sillón tres cuerpos, estaba mullido, lo abracé enseguida y me dormí. apenas amaneció, mi compañero de sueño se escapó por la puerta dejando un rastro de meadas en todos los árboles que rodean la casa principal.
cuando desperté, llena de pelos que no eran míos, me asusté un poco. pero después todo se aclaró, gracias a un mozo que me vio muy oronda revolcada en el sillón con un perro callejero. un pastor alemán.

la fiesta de fin de año también tuvo sus anécdotas graciosas y tristes, como todo fin de año, en que uno hace balances acerca de lo bueno y lo malo, y también vuelve a verse con gente desagradable, especialmente familiares, y también hace llamados patéticos, como a los ex (desde ex compañeros de primaria o secundaria, hasta ex compañeros de salidas, ex universitarios, ex novios, ex amigas de lo más traidoras, etcétera). pero todas estas historias las dejo para que las imaginen, no puedo ser una fracasada total y ponerme a enumerar las situaciones en las que me vi involucrada y que ahora deseo olvidar... ¡todo es culpa del fin de año!

estimados lectores, no crean que aprendí la lección, volveré a escribir...

1 comentario:

luks dijo...

me gusta leer mucho el diario de esta chica
qu evida!